Entre los estrenos de esta semana pasa, sin pena ni gloria, una inauguración estival de cine familiar, Niños grandes 2, película que, a priori, no apetece demasiado tirando a nada. Sin entrar a valorar su calidad cinematográfica, principalmente porque no la he visto, lo que me intriga es qué insólitos motivos hacen que, año tras año, fielmente, su protagonista, Adam Sandler, esté en los primeros puestos de las listas de los actores mejor pagados de Hollywood.
Forbes es la referencia en estas lides. Y hace unas semanas la revista hizo público su ranking de los intérpretes que más dinero se embolsaron en 2012. Nuestro hombre comparte un honroso segundo lugar con Leonardo DiCaprio, ambos con 37 millones de dólares registrados en la casilla del debe y solo superados por Tom Cruise, con 75 millones de ingresos. Y no se trata de algo anecdótico: desde 2010 Sandler no se ha bajado del pódium -y en 2009 no andaba lejos: cuarto-.
Hasta aquí los datos. Ahora la incógnita: ¿cómo es posible que este tipo de Brooklyn abonado a la comedia facilona gaste ese caché? Porque vale que el tío es gracioso -por algo su nombre aparece entre los cómicos del Saturday Night Live- y que no llama la atención por su pésima interpretación –salvo en algunas ocasiones, como con esa joya de la comedia contemporánea llamada Desmadre de padre (2012) por la que se hizo con el premio Razzie a Peor Actor-, pero si se echa una ojeada a su filmografía, el resultado general es mediocre.
Así que si no se trata de calidad, la clave debe de estar en la rentabilidad; vamos, que cuando el gesto bobalicón de Sandler preside un cartel, las salas se llenan. Su sola presencia en la gran pantalla se traduce en ingresos millonarios. Llámalo carisma. Popularidad. Oferta y demanda. Forbes lo explicaba describiendo al artista como “una de las apuestas más seguras de Hollywood”. Es decir, que a pesar de recibir críticas muchas veces crueles, el público, o al menos el público que habitualmente va a las salas en busca de entretenimiento fácil y palomitas caras, le responde.
En su currículo, títulos como Hazme reír (2009), en la que el guion de Judd Apatow salva la situación; el drama El poder de la amistad (2007), excepción en una carrera casi exclusivamente cómica que supera la calidad media de sus filmes; 50 primeras citas (2004), donde prueba con la comedia romántica junto a Drew Barrymore; o Embriagado de amor (2002), a las órdenes de Paul Thomas Anderson y por la que consiguió una nominación a Mejor Actor en los Globos de Oro.
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Cachés al margen, desde este fin de semana Niños grandes 2 –ni el título se han currado…- está en las carteleras. Vayan, vean y opinen. Y si no quedan satisfechos, ajo y agua, que Forbes no mencionó la calidad.
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